Torres de Material
Proyecto: Concurso
Ubicación: Carretera del Norte, IV Región, Chile, 2017
Arquitectos: Tomás García de la Huerta, Xaviera Gleixner, Sebastián Worm
Agradecimientos: Sebastian Baudrand y Gonzalo Campusano
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Los territorios juntan en sí elementos que los identifican y que marcan su personalidad.
El objetivo de este proyecto es trabajar con las marcas encontradas en este territorio, y a través de ellas expresar los valores simbólicos, históricos y de identidad de la región.
Las marcas que este proyecto intenta reunir en forma de síntesis pertenecen a imaginarios locales vinculados a la explotación minera; piques, socavones, ferrocarriles, peinecillos, relaves y al inevitable abandono vinculado a la extracción de minerales. Se intenta recoger también, una disposición elemental, vinculada con el acto casi primitivo de agrupar ciertos materiales al costado del camino.
Antigua práctica consciente o inconsciente de las cosas dejadas, elementos que pueden expresar nuestro descuido, pedazos de nuestra inconsciencia repartida como lo que queremos olvidar o también nuestros deseos; lo que queremos cuidar, como un recuerdo en forma de “animita”.
La carretera es una zona de riesgo, de fragilidad, existe una disposición al accidente, a la pérdida física y memorial.
La velocidad del viaje permite un mayor control del tiempo, pero a la vez un descontrol del espacio inmediato que se desgarra tras esa barrera de tiempo físico y transparente del vidrio. Una práctica del olvido que corre a 120 km/h, es quizás parte de la problemática de un proyecto como este.
¿Cómo relacionarse con los artefactos veloces de las carreteras? y en consecuencia, ¿cómo afectar los recuerdos del viajero?. Así, el proyecto puede ser leído como una agrupación de cinco cuerpos de escala intermedia, que buscan desde la carretera entregar una imagen masiva y pesada y que con el movimiento del auto se descompone, abriendo su cuerpo, mostrando el paisaje entre su estructura. Esta es la forma que se propone para relacionarse con la velocidad, -desde la detención-, haciendo de ella un hecho constructivo y plástico, necesario para comprender la obra.
Las ruinas orientan para definir cómo la obra recibe al visitante que se detiene.
La ruinas se recorren sin un sentido aparente, plantean una experiencia, una mirada al tiempo que en ellas transcurre y al silencio que las envuelve. Interesa acercarse a este sentido, a la presencia de una extraña familiaridad ,que no plantea más que la libre exploración de su cuerpo, de sus materiales y de las relaciones que se establecen con el paisaje.
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De las cosas dejadas, los materiales que se quiere recoger provienen de la minería, de la explotación indiscriminada y descuidada de nuestro paisaje natural, que ha dejado en completo abandono elementos contaminantes hace centenares de años: los relaves mineros.
En la región de Coquimbo existen 193 relaves, de los cuales 58 de ellos se encuentran en completo abandono, contaminando valles y quebradas, con derrames de material tóxico, en zonas muchas de las veces cercanas a la población.
Así, el proyecto plantea como material predominante, el uso de adoquines provenientes de relaves mineros abandonados. Los 60 mt3 de material de relave, en estado contaminante, serán utilizado para fabricar 17.280 adoquines. Para ello, se ha vinculado con una reciente y real iniciativa de convertir estos residuos de relaves mineros, en ladrillos y adoquines para la construcción.
La madera como estructura (ver referencias de piques y peinecillos de pino oregón) y el ladrillo como piel, dan forma a un diálogo en el que los esfuerzos estructurales son visibles, así el peso de 17.280 ladrillos está claramente expresado a través de los esfuerzos de la madera. Un relato de fuerzas, que pretende transformar en peso psíquico, a modo de reparación de una deuda histórica, al reciclar residuos mineros, sanear las faenas abandonas y proteger el paisaje.
Se trata entonces de estructuras sintéticas, reparadoras y críticas, también homenaje al territorio y sus marcas culturales.